04 marzo, 2009 | |

Roxana


Se encontraban, como todos, en bares grasientos, olvidados. Ella luchaba para que las moscas no le robaran el café y la sonrisa, mientras él le tocaba la rodilla por debajo de la mesa. Trataba de no pensar que ese pantalón rosa seguramente tendría que volver a la tintorería, porque las sillas tenían una mugre … pero seguramente él la sacaría enseguida de ahí, mirarían con mal disimulada desesperación para todos lados mientras cruzan la calle … ya se sabe, puede aparecer un conocido donde uno menos lo espera. Subirán al auto, volando, el sacaría de un manotazo las cosas de los chicos que habrán quedado sobre el asiento (siempre dejan todo tirado ….!!!) , ella, mirando para otro lado, frío en la panza, manos transpiradas, trataríá de no pensar en los suyos. Necesitaba desesperadamente un abrazo. Pero no, ahora no. Todavía no. Alguien los podía ver. Rápido al telo. Quince minutos muy incómodos que ella intentaría mitigar acariciándole la pierna (nada más arriba para que no pudiera verse desde afuera del auto, por las dudas). Por fin iba a cerrarse la puerta de la habitación. Otro esfuerzo para no registrar cada desagradable detalle: la colcha brillante, las flores de plástico, las luces, los espejos. Atravesadoa por el olor a cigarrillo de la pareja anterior, iría a abrazarlo con tantas ganas que en ese instante, solo ese instante, unicamente ese instante, sentiría que todo había valido la pena: la grasa, las moscas, el olor. Después, a sacarse la ropa, tan rápido, y meterse uno dentro del otro, igual de rápido, muchísimo menos de lo que había durado el café de las moscas, todo se habría terminado. Entonces, no habría forma de no mirar, no habría escapatoria. Ella empezaría a sentir frío, y buscando su remera debajo de la cama pensaría cuánto falta para que los chicos salgan del colegio, mientras se promete que no habrá próxima vez. (es demasiado, no vale la pena, la grasa, las moscas, las corridas, el olor a cigarrillo). Pero cuando en unos días mientras lleve los chicos al colegio, y carge las bolsas del super su celular vuelva a sonar, descolgará del placard el jean rosado (es que le hace tan buena cola) y entrará puntal en el bar de las moscas.

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